EL BARROCO EN AMÉRICA LATINA
RESEÑA HISTÓRICA DEL BARROCO EN AMÉRICA LATINA0
El barroco vino al continente Americano por medio de los españoles; por
lo que hizo que este alcanzara su mayor expresión durante el siglo XVIII, al
mezclarse con los diversos aportes indígenas. Esta mezcla da origen a un estilo
muy característico que ayuda a enriquecer las fachadas de los edificios debido
a su decoración; denominándose como estilo Ultra barroco. Este estilo se hizo
totalmente americano al incorporar lo natural a los diversos elementos
decorativos de cada región.
Se desarrolló de una manera más resaltante en México, donde pasa de ser
una imitación del estilo Español a un estilo propio, aportando nuevos elementos
característicos del indígena, lo que hace que el barroco se convierta en un
barroco Hispano-indígena.
Las civilizaciones indígenas más importantes del continente Americano,
Mayas, Incas y Aztecas, se ven influenciadas por los españoles, en el momento
de su llegada a dicho continente. Es por eso que México y Guatemala se
consideran como los lugares más importantes donde se desarrolla con mayor
importancia este estilo.
LAS
CARACTERÍSTICAS DEL ARTE BARROCO EN AMÉRICA
Las obras artísticas realizadas en las colonias americanas presentan
algunas características propias que las diferencian de las hechas en Europa.
Esta situación se debió a la distancia existente entre las metrópolis y las
colonias y a la ausencia en América de grandes artistas europeos. Fue decisiva
la presencia de una tradición artística precolombina que influyó en la creación
de un estilo particular. Objetos llegados del Asia sirvieron también como
fuentes de inspiración, en especial, en el arte desarrollado en las colonias
portuguesas y en la zona de la costa del Pacífico.
Los rasgos básicos del estilo barroco se transmitieron a América fundamentalmente
por medio de la enseñanza de los religiosos, que utilizaban libros o estampas
que contenían obras realiza-das por artistas europeos.
Asimismo, la presencia de artistas europeos, criollos, indígenas y
mestizos contribuyó a crear un lenguaje plástico propio de cada una de las
grandes regiones americanas.
Una de las principales características del Barroco americano es la
importancia que adquirió la arquitectura con respecto a las otras artes. Esta
propuesta se debe a la necesidad de crear iglesias para recibir a las
poblaciones recientemente cristianizadas. Otra característica importante es la
rica decoración de las fachadas y los interiores de los edificios.
AUTORES DEL BARROCO EN AMÉRICA
Sor Juana Inés de la cruz.
(San Miguel
Nepantla, México, 12 de noviembre de 1651 o 1648)
Aprendió todo cuanto era conocido en su época, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Juana era tanto el deseo de aprender, que le propuso a su madre disfrazarse de hombre para asistir a la universidad, según ella misma.
Escribió por encargo de la corte de Madrid tres autos sacramentales hablan sobre el descubrimiento, la conquista y la evangelización de América; entre ellos destaca el Divino Narciso, nombrado así en alusión a los autos de Pedro Calderón de la Barca. En este, Sor Juana presento la caída y la redención del género humano por medio del sacrificio de Jesucristo, permaneció en la historia para salvar a sus hijos una y otra vez mediante una alegoría mítica. Narciso es Dios creador y Jesús salvador, la Naturaleza Humana representa a la humanidad y finalmente Eco simboliza al demonio. Aquí Sor Juana retomo recursos del teatro de Pedro Calderón de la Barca y las uso para crear pasajes líricos de gran hermosura.
Cosas que escribió por gusto propio es un poema filosófico llamado Primero sueño, llamado así como una manifestación de su admiración a Luís de Góngora y Argote y sus Soledades. Trata de varios cientos de versos, con forma de silva, a propósito del ansia de saber, vuelo del pensamiento y su consecuente trágica caída. Tiene pasajes líricos de gran descripción como el inicial, que usa más de cien versos para narrar la caída de la noche y el sueño de los seres, como el gran colorido de la parte final, donde se escribe del triunfo del Sol sobre la noche. Trata quizá del último poema barroco.
Aprendió todo cuanto era conocido en su época, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Juana era tanto el deseo de aprender, que le propuso a su madre disfrazarse de hombre para asistir a la universidad, según ella misma.
Escribió por encargo de la corte de Madrid tres autos sacramentales hablan sobre el descubrimiento, la conquista y la evangelización de América; entre ellos destaca el Divino Narciso, nombrado así en alusión a los autos de Pedro Calderón de la Barca. En este, Sor Juana presento la caída y la redención del género humano por medio del sacrificio de Jesucristo, permaneció en la historia para salvar a sus hijos una y otra vez mediante una alegoría mítica. Narciso es Dios creador y Jesús salvador, la Naturaleza Humana representa a la humanidad y finalmente Eco simboliza al demonio. Aquí Sor Juana retomo recursos del teatro de Pedro Calderón de la Barca y las uso para crear pasajes líricos de gran hermosura.
Cosas que escribió por gusto propio es un poema filosófico llamado Primero sueño, llamado así como una manifestación de su admiración a Luís de Góngora y Argote y sus Soledades. Trata de varios cientos de versos, con forma de silva, a propósito del ansia de saber, vuelo del pensamiento y su consecuente trágica caída. Tiene pasajes líricos de gran descripción como el inicial, que usa más de cien versos para narrar la caída de la noche y el sueño de los seres, como el gran colorido de la parte final, donde se escribe del triunfo del Sol sobre la noche. Trata quizá del último poema barroco.
La
Sentencia del Justo
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias
A una
Rosa
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.
Pedro Henríquez
Ureña.
(Santo Domingo, 1884 - Buenos Aires, 1946) Escritor y humanista
dominicano. Hijo de la poetisa Salomé Ureña de Henríquez, ha sido una de las figuras
más sólidas y estimables de la cultura dominicana. Su vida literaria empezó a
los catorce años, con la publicación de una colección de poemas titulada Aquí
abajo. En 1901 se trasladó a Nueva York a cursar estudios universitarios.
De aquella ciudad pasó a La Habana, Cuba, donde en 1905 publicó su primer
libro, Ensayos críticos, para pasar luego a México, donde permanecerá
entre 1906 y 1913.
En 1914 volvió a la capital cubana, donde publicó un estudio acerca
de Hernán Pérez de Ayala. Entre 1915 y 1916 residió en las ciudades de
Washington y Nueva York, donde en 1918 publicó Las nuevas estrellas de
Heredia. Durante este último año ingresó en la Universidad de Minnesota, en
la que se mantuvo como docente hasta 1921. Durante estos años viajó a España en
dos oportunidades y estableció contacto con Ramón Menéndez Pidal, quien
escribió el prólogo a Versificación irregular de la poesía castellana,
su tesis doctoral presentada en Minnesota.
De Estados Unidos salió hacia México, donde participó activamente
de las políticas adelantadas desde la Secretaría de Educación por José de
Vasconcelos. Allí ejerció la docencia universitaria y fue director general de
Enseñanza Pública en Puebla. En 1924 se trasladó a Argentina, país en el cual
residiría hasta su muerte, con una pausa entre 1931 y 1933, cuando atendió el
llamado del presidente Trujillo para que se hiciera cargo de la dirección de
Educación, labor en la que decidió no permanecer. Durante este período ocupó
una cátedra en la Universidad. En Argentina fue catedrático en las
universidades de Buenos Aires y de La Plata. Murió en 1946 mientras se dirigía
en tren hacia esta última ciudad a atender sus compromisos académicos.
Erudito de tipo moderno, preocupado por la corrección y la pureza
del lenguaje, y enamorado de los clásicos griegos, latinos y castellanos,
apenas escribió obras de imaginación, como el cuento La Sombra, el poema
dramático El nacimiento de Dionisos y algunas poesías más, dentro del
tono y ambiente del modernismo. Su limpieza literaria corrió parejas con su
limpieza espiritual: por caminos opuestos a los de su hermano Max, se alejó
pronto cuanto pudo del dictador Trujillo.
Fue filólogo y un ensayista de verdadera altura, apasionado por la
sencillez del lenguaje, que procuró limpiar de barroquismos hasta llegar en
ocasiones a la sequedad. A este respecto, son fundamentales sus estudios
titulados Corrientes literarias en la América hispana; Seis ensayos
en busca de nuestra expresión; Ensayos críticos (1905); Horas de
estudio (1910); Mi España (1912); La versificación irregular en
la poesía castellana (1920); La cultura y las letras coloniales en Santo
Domingo (1936); El español en Santo Domingo (1940); Plenitud de
España (1940), y su obra póstuma: Historia de la cultura en la América
Hispánica (1947).
Son de verdadera importancia sus ensayos sobre Juan Ruiz de Alarcón
y sobre Hernán Pérez de Oliva, así como su recopilación de Romances de
América (1913), en la que recoge los romances españoles que todavía se
recitan o cantan en la República Dominicana. Nuestro autor es una figura
ilustre de las Letras de la América española.
El
niño (idea de tagore)
—¿De dónde vine, madre?
¿De dónde vine a ti?
—Viniste de mis sueños,
de cuanto amé y sentí.
Cual temeroso pájaro
que espera el nuevo sol,
estabas escondido
aquí en mi corazón.
Estabas en los juegos
de mi niñez feliz,
y sobre los altares
como deidad te vi.
¡Oh misterioso encanto,
prodigio del amor:
tener entre mis brazos
el tesoro mejor!
Tú
que en los sueños de mi edad primera...
|
Bernardo de Balbuena
Nacido en Valdepeñas (España) fue traído por su
padre a México, donde éste residía. Balbuena tenía por entonces sólo dos años
de edad ; en consecuencia , su educación fue, de pleno, americana. Sus
experiencias llevan el sello – casi exclu- yente – de quien deposita sus energías en alcanzar cargos relevantes y en dar
rienda a su vocación literaria en medio del ambiente de la corte.
Recibe premios en certámenes de honor y abraza –
nombrado por el rey, en 1619 –, la jerarquía de Obispo de Puerto Rico. Es
evidente que para esto debía contar con una eximia preparación cultural que, de
hecho, tenía: al margen de otros estudios importantes, se doctoró en Teología
en la Universidad de Sigüenza.
Hay en sus escritos una delicadeza de estilo y una claridad de conceptos propios de un
autor que, como precursor del barroco americano , expone , a la vez, moderación y riqueza expresiva, a
lo que suma una gran originalidad.
La principal contribución de la América española
al barroco – en literatura – llegó a través de Bernardo de Balbuena.
Pedro Henríquez Ureña afirma: “Balbuena representa en la literatura
española una manera nueva e independiente del barroquismo, la porción de
América en el momento central de la espléndida poesía barroca, cuando florecían
Góngora y Quevedo. Su barroquismo no es complicación de conceptos ni
complicación de imágenes, sino, profusión de adornos, con estructura clara del
concepto y la imagen , como los altares 169 barrocos de las iglesias de México: aquí sí existe curiosa
coincidencia. Su imaginación inventa poco y se contenta con manejar los
materiales que le da el estilo poético español de su tiempo, con sus
tradiciones latinas e italianas; pero cuando inventa no es inferior a ninguna”.
Entre sus obras, cabe mencionar El Bernardo o la Victoria de Roncesvalles , un
poema épico culto; El siglo de Oro en las
Selvas de Erifile, novela
pastoril en que imita la Arcadia, del escritor italiano Sannazaro, y en la cual
se observa una exaltación de la naturaleza de la Nueva España, y Grandeza
Mexicana, composición escrita en
verso.
Grandeza Mexicana (fragmento)
¿Pues qué diré de la hermosura y brío,
Gracia, donaire, discreción y aseo,
Altivez, compostura y atavío
De las damas da este alto coliseo,
Nata del mundo, flor de la belleza
Cumplida perfección, sino del deseo,
Su afable trato, su real grandeza,
Su grave honestidad, su compostura,
Templada con suave y gran llaneza?
Lo menos de su ser es la hermosura,
Pudiendo Venus mendigarla dellas
En gracia, en talle, en rostro, en apostura.
Cuantas rosas abril, el cielo estrellas,
Chipre azucenas, el verano flores,
Aquí se crían y gozan damas bellas.
Estos son de sus bienes los mayores,
Y ellas en discreción y cortesía
El esmero del mundo y sus primores.
La india marfil, la Arabia olores cría,
Hierro Vizcaya, las Dalmacia oro,
Plata el Pirú, el Maluco especiería,
Seda el Japón, el mar del Sur tesoro
De ricas perlas, cácares la China,
Púrpura Tiro, y dátiles el moro,
México hermosura peregrina,
Y altísimos ingenios de gran vuelo,
Por fuerza de astros o virtud divina;
Al fin, si es la beldad parte del cielo,
México puede ser cielo del mundo,
pues cría la mahor que goza el suelo,
¡Oh ciudad rica, pueblo sin segundo,
Más lleno de tesoros y bellezas
Que de peces y arena el mar profundo!
Perdido ando, señora, entre la
gente...
Perdido ando, señora, entre la gente
Sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida:
Sin vos porque de mí no sois servida,
Sin mí porque con vos no estoy presente;
Sin ser porque del ser estando ausente
No hay cosa que del ser no me despida;
Sin Dios porque mi alma a Dios olvida
Por contemplar en vos continuamente;
Sin vida porque ausente de su alma
Nadie vive, y si ya no estoy difunto
Es en fe de esperar vuestra venida.
¡Oh bellos ojos, luz preciosa y alma,
Volved a mirarme, volveréisme al punto
A vos, a mí, a mi ser, mi dios, mi vida!
José Lezama Lima
Nace el 19 de diciembre de 1910 en el Campamento de Columbia, en
las proximidades de La Habana, donde su padre era coronel. Ya en la capital,
participa en los alzamientos estudiantiles contra la dictadura de Machado y se
matricula en Derecho. Desde 1929 hasta su muerte, vivirá primero con su anciana
madre y, más tarde, con su esposa en una casa de la parte vieja de la ciudad,
tolerado a duras penas por el régimen, y sólo abandonará la isla durante dos
breves estancias en México y Jamaica. Poeta, ensayista y novelista, patriarca invisible
de las letras cubanas, desde 1944 hasta 1957. Fundó la revista Verbum y estuvo
al frente de Orígenes, la más importante de las revistas cubanas de literatura.
Obeso y asmático desde la infancia, muere el 9 de agosto de 1976.
Conocedor profundo de Góngora, Platón, los poetas órficos y los
filósofos gnósticos, Lezama compendió su vida en el amor a los libros. Su obra
culterana está saturada de claves, enigmas, alusiones, parábolas y alegorías
que aluden a una realidad secreta, íntima y, al mismo tiempo, ambigua.
Desarrolló una erótica de la escritura, anticipándose, de esta manera, a las
corrientes europeas de la estilística estructuralista. Sus ensayos son
imaginativos, poéticos, abiertos y constituyen una recreación de textos y
visiones. Promotor de revistas y cenáculos, supo congregar en torno suyo a
poetas de la talla de Gastón Baquero, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Virgilio
Piñera y Octavio Smith, entre otros. Su amistad con el poeta y sacerdote
español Angel Gaztelú (1914), contribuyó a la formación de su mundo espiritual.
Su primer libro de poemas fue Muerte de Narciso (1937), y
con él emplaza al lector frente a una situación límite de la realidad de cuyo
desmantelamiento surge otra realidad artísticamente potenciada y reconstruida
dentro de una fascinante y barroca mitología. Siguen, entre otras obras
poéticas, todas influidas por el estilo rico en metáforas y lleno de
distorsiones de Góngora, Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas
(1945), Dador (1960) y Fragmentos a su imán, publicado póstumamente
en 1977, en las que sigue demostrando que la poesía es una aventura arriesgada.
En 1966 publicó la novela Paradiso, donde confluye toda su
trayectoria poética de carácter barroco, simbólico e iniciático. El
protagonista, José Cemí, remite de inmediato al autor en su devenir externo e
interno camino de su conversión en poeta. Lo cubano, con sus deformaciones
verbales, desempeña un papel fundamental en la obra, como ocurre en su
colección de ensayos La cantidad hechizada (1970). Oppiano Licario
es una novela inconclusa, aparecida póstumamente en 1977, que desarrolla la
figura del personaje que ya aparecía en Paradiso y de la que toma título.
Lezama Lima ha influido inmensamente en numerosos escritores hispanoamericanos
y españoles, algunos de los cuales llegaron a considerarle su maestro, como es
el caso de Severo Sarduy.
Murió en La Habana en el año de 1976.
Son diurnos
Ahora que ya tu calidad es ardiente y dura,
como el órgano que se rodea de un fuego
húmedo y redondo hasta el amanecer
y hasta un ancho volumen de fuego respetado.
Ahora que tu voz no es la importuna caricia
que presume o desordena la fijeza de un estío
reclinado en la hoja breve y difícil
o en un sueño que la memoria feliz
combaba exactamente en sus recuerdos,
en sus últimas playas desoídas.
¿Dónde está lo que tu mano prevenía
y tu respiración aconsejaba?
Huida en sus desdenes calcinados
son ya otra concha,
otra palabra de difícil sombra.
Una oscuridad suave pervierte
aquella luna prolongada en sesgo
de la gaviota y de la línea errante.
Ya en tus oídos y en sus golpes duros
golpea de nuevo una larga playa
que va a sus recuerdos y a la feliz
cita de Apolo y la memoria mustia.
Una memoria que enconaba el fuego
y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas
el discurso del fuego acariciado.
Una oscura pradera me convida
Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.
Ahora que ya tu calidad es ardiente y dura,
como el órgano que se rodea de un fuego
húmedo y redondo hasta el amanecer
y hasta un ancho volumen de fuego respetado.
Ahora que tu voz no es la importuna caricia
que presume o desordena la fijeza de un estío
reclinado en la hoja breve y difícil
o en un sueño que la memoria feliz
combaba exactamente en sus recuerdos,
en sus últimas playas desoídas.
¿Dónde está lo que tu mano prevenía
y tu respiración aconsejaba?
Huida en sus desdenes calcinados
son ya otra concha,
otra palabra de difícil sombra.
Una oscuridad suave pervierte
aquella luna prolongada en sesgo
de la gaviota y de la línea errante.
Ya en tus oídos y en sus golpes duros
golpea de nuevo una larga playa
que va a sus recuerdos y a la feliz
cita de Apolo y la memoria mustia.
Una memoria que enconaba el fuego
y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas
el discurso del fuego acariciado.
Una oscura pradera me convida
Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.
Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos
Pintor colombiano. Nació el 9 de mayo de 1638, en Bogotá, Colombia. Creció en esta ciudad, el creció en la sociedad criolla que se estableció en 1630. Descendiente de una familia de ascendencia andaluza, su familia era inmigrante de Sevilla, España, estableciéndose en América del Sur en el siglo XVI. De origen andaluz, estudió pintura en el taller de Baltasar de Figueroa, apreciándose en su obra la influencia de Murillo y Zurbarán, que recibió a través de los artistas andaluces. Realizó numerosas series de cuadros de temática religiosa, además de cultivar el retrato y la pintura alegórica. Vázquez ha sido considerado como el pintor más grande proveniente de Colombia. La mayoría de sus pinturas son religiosas en naturaleza, con temas que incluyen la vida de Cristo y de la virgen, de los santos, y de las escenas del nuevo testamento.